Publicado: 08/01/2018
Categoría: Blog

Hablábamos en la entrada anterior de nuestro blog, de los 3 modos de supervivencia que se activan biológicamente en nosotros cuando nos sentimos en peligro. Modos biológicos, gatillados desde nuestro cerebro reptiliano por nuestra amígdala, que bien pueden ser reconocidos en algunas de las reacciones frente a la separación y el divorcio. Ellos son la lucha, huida o el congelamiento.

Como decíamos en la introducción, el posible manejo de estos estados emocionales de supervivencia, en los seres humanos adultos (en los niños esto no es biológicamente posible, por su inmadurez cerebral), pasa por estimular la habilidad de reconocer las propias emociones y sensaciones que subyacen a nuestras reacciones desde nuestro lado más racional e intelectual de nuestro cerebro: la corteza superior. Se trata de tener la valentía de mirarse y reconocerse en el propio espejo emocional, para luego escoger desidentificarse de aquello si no nos acomoda o no coincide con lo que queremos ser y con lo que deseamos que sea nuestra familia, si las consecuencias que este modo de actuar genera, finalmente terminan causando más dolor que ayudándome a avanzar hacia una resolución positiva del duelo y hacia la reconstrucción de una nueva familia.

En este sentido uno podría tratar de:

  • Aceptar e identificar lo que me ocurre de manera más representativa. ¿Cuál ha sido mi modo de supervivencia más característico en este proceso de separación o divorcio?, ¿qué consecuencias positivas y negativas ha tenido este modo de enfrentar la amenaza emocional?, ¿cómo habré aprendido en mi historia que la estrategia de enfrentamiento de problemas más a la mano es la de “luchar”, “huir” o “congelarme” cuando hay peligro?
  • Reconocer la impermanencia de este estado. Recordar que, como otras emociones positivas y negativas de la vida, esto también pasará.
  • Investigar sobre los gatillantes específicos de estas reacciones. Es decir, ¿en qué aspectos del pasado con mi ex-pareja estoy aún enganchado?, ¿qué es lo que me gatilla sentir así en un momento dado?
  • Tomarse un tiempo para volver a la calma. Esto puede implicar alejarse físicamente del lugar en el que me encuentro para respirar profundo y atender a las señales emocionales de mi cuerpo que se siente bajo amenaza, compartir con otros y pedir ayuda. Mientras siga sintiéndome en peligro, seguiré actuando en modo supervivencia. Calmarme para luego regresar a la reflexión y toma de decisiones.
  • Reflexionar sobre el impacto de actuar desde este estado, para mis deseos y la visión de futuro que tengo a nivel personal y familiar. Tomar decisiones desde ahí. Pensar: Cuando en muchos años más mire hacia atrás y a este momento de mi vida, ¿cómo me gustaría verme enfrentando este proceso?, ¿qué me gustaría pensar y sentir de positivo sobre mi mismo?, ¿cómo me gustaría que, en caso de tenerlos, mis hijos recordaran la forma en que se resolvió este proceso de duelo?, ¿qué me gustaría que pensaran y sintieran de positivo?, ¿cuánto se parece mi situación actual a lo que deseo?
  • Cultivar relaciones personales y profesionales, que me aporten y ayuden en este proceso de aumentar mi capacidad reflexiva frente a las crisis. Procurar no alimentar mi tendencia a actuar desde la lucha, huida o congelamiento, escuchando a personas que podrían tender a validar dicha tendencia en mi.

El trabajo de conquistar nuestra propia calma, es complicado y desafiante, pero nos acerca cada vez más al futuro personal y familiar que imaginamos tener una vez finalizado el proceso de crisis en la separación y divorcio. Las neurociencias nos enseñan además que, en cada ocasión en la que logro conquistar mi tendencia a actuar impulsivamente desde el dolor, nuestras redes neuronales de estabilización emocional se ejercitan y se hacen más fuertes (como un músculo al que entrenamos), lo que hará cada vez más fácil el enfrentamiento de las crisis que vengan.

Si quieres ayuda con este u otros temas, puedes agendar con nosotros ACÁNosotros, felices de ayudarte.