Publicado: 25/06/2019
Categoría: Blog / Uncategorized

Muchas veces tras una separación, una o ambas partes siguen “enganchados” emocionalmente en la relación. Y es que cuesta cerrar el ciclo y hacer el duelo por la relación que funcionó tanto tiempo como base de la rutina, apoyo, seguridad, etc. en el día a día. Y se siente, durante un tiempo más largo que corto, la vulnerabilidad e inseguridad en cada paso que uno da.

Es un dolor real, y duele tanto o más que el dolor físico. En esto las neurociencias han mostrado, como se activan las mismas zonas del cerebro ante un dolor emocional que uno corporal.

Sobre todo si la decisión de terminar no fue tomada por uno, la experiencia de haber sido rechazado (y/o engañado con un tercero) puede generar estragos en la propia autoestima. Aunque la mayoría de las veces, el mayor daño no está en la experiencia misma, sino en las conversaciones que uno mismo tiene consigo al entrar en contacto con el dolor. A ese acto común, pero masoquista de criticarse despiadadamente una y otra vez, los psicólogos lo llamamos rumiación. Y es un dolor auto-infligido y una bomba para la ya disminuida autoestima el decirse cosas como “lo que pasa es que soy feo o fea” o “me he vuelto fome, no tengo nada que decir…como no se van a aburrir de mi”.

Estas conversaciones internas negativas en el caso de la separación, se alimentan además de los valores culturales que aún tienden a predominar. Y es que si bien hoy en día es común que las parejas se separen, suele aún haber un prejuicio moral que se suma a la ya dolorosa y difícil experiencia del desapego y cambios en las estructuras familiares. Moralmente, una separación o un divorcio, independiente de sus causas, aún es vivido con culpa, vergüenza o con una sensación de fracaso, que lo lleva a manejarse como un secreto o un tabú. Conocemos muchos casos, en los que a los involucrados les toma meses el contarle a sus cercanos acerca de su nueva realidad o que señalan que nadie les pregunta por cómo están.

Entonces, ¿cómo puedo hacer frente a esta experiencia de una manera equilibrada?

  1. Vigilar la crítica interna y la hiper-exigencia: No permitirse caer en “la trampa” de criticarse de manera agresiva, hablando como un enemigo que no ve nada de positivo en nosotros.
  2. Distraerse con experiencias positivas: Al detectar que estamos entrando en un espiral sin retorno, buscar distraer la mente por lo menos unos minutos con actividades placenteras o positivas. Sirve buscar ayuda o conectar con otros que funcionen como una red de apoyo que nos haga sentir bien.
  3. Practicar la compasión por uno mismo: Preguntarse, ¿si esto le pasara a un ser querido, me permitiría decirle esto?, ¿usaría estas palabras para hablarle?, ¿esto es así?
  4. Practicar el autocuidado y buscar sentirse bien: Ahora mas que nunca, es importante preocuparse por sentirse bien: cuidando comer, dormir, hábitos de higiene y belleza,
  5. Reconocer las emociones y expresarlas: Darse un tiempo para poder identificar lo que siento y lo que más duele o me enoja del término de la pareja. Poder hablarlas con otros, escribirlas, expresarlas en una obra, etc.
  6. Descubrir y validar las experiencias negativas en la relación de pareja que se termina para sacar conclusiones: Mirando críticamente, ¿con qué cosas no me sentía a gusto en la relación que se termina?, ¿cuáles eras mis necesidades no satisfechas en la relación?. La idea es poder descubrir lo que realmente se necesita de una relación para sentirse a gusto y abrirse al futuro.
  7. Permitirse sufrir por lo perdido o lo que nunca podrá ser.
  8. Focalizarse en lo ganado, para dar sentido al matrimonio y a la separación: Preguntarse, ¿qué aprendí o gané tanto de haber estado casado como al haberme separado?

Si quieres ayuda con este u otros temas, puedes agendar con nosotros ACÁNosotros, felices de ayudarte.