Cuando se ha estado casado, uno de los actos más simbólicos y, por lo mismo, más potentes después de separarse es la de sacarse el anillo (otro gran tema después es ¿qué hacer con él?).

Metafóricamente hablando, sacarse el anillo implica aceptar el fin de una etapa y el cambio hacia una nueva. Y esto es muy importante, porque si bien muchas veces el tiempo puede a algunas personas darles una mejor perspectiva desde la distancia de la separación, no es en sí mismo lo que nos ayuda a sanar.

Ahora, CUIDADO. Esto de ninguna manera implica saltarse etapas del duelo, porque es imposible evadir el dolor.

Un dolor que, como hemos dicho en otros lugares, honra la relación que un día fue importante para mi y que nos invita a llorar, como lo haríamos si muere alguien importante, por lo que extrañaremos y lo que perdemos de esa relación y del funcionamiento de la familia.

SI implica reconocer, que muchas veces en momentos de dolor, sufrimos en parte porque idealizamos la relación desde el pasado. Teñimos lo que fue, con lo que realmente terminó siendo. Sufrimos más por la relación que era en un inicio, la que nos enamoró, la misma que añorábamos cuando empezó a rondar la idea de la separación, que por la real con todos sus conflictos y desavenencias.

Desde ahí se hace necesario comprometerse en el proceso de manera activa (y SI!, especialmente si te está costando demasiado) y comenzar a invertir las energías en construir una vida nueva que valga la pena ser vivida.

Implica retomar, con esperanza de tiempos mejores y compasión pero al mismo tiempo con esfuerzo, el trabajo de rearmarnos, y reconocernos nuevamente como individuos. Es conectarnos con nuestro presente, y soltar el pasado. Es volver a enamorarse pero ahora de MI MISM@ y de MI VIDA.

Puedes hacer cosas o retomar actividades que antes dejaste de lado o cediste en honor a la pareja. Puedes permitirte explorar alternativas que nunca habías pensado. Y puedes activar tu creatividad para diseñar y sembrar lo que deseas florezca en un futuro.