Publicado: 07/09/2020
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Cuando hablamos sobre lo que daña a los hijos en una separación, independiente de su edad, es muy importante hacer alusión a un concepto descrito hace mucho tiempo por la terapia familiar sistémica: la TRIANGULACIÓN.

Un triángulo se forma, cuando dentro de una relación familiar, se usa a una tercera persona para disminuir la tensión que emerge entre dos personas y que amenaza con destruir el vínculo. La forma en que el triángulo se conforma y desvía el conflicto se da de diferentes maneras; en una separación en la que los padres se encuentran en un conflicto abierto, los hijos leales y amorosos se suelen sacrificar de manera inconsciente:
a. Enfermándose, haciendo problemas o volviéndose extremadamente vulnerables, con la secreta esperanza de que los padres en conflicto dejen de pelear y se unan nuevamente.
b. Siendo el mediador, es decir, dejando de preocuparse de sí mismos, para vivir más bien tratando de hacer entenderse a los padres uno con el otro.
c. Tomando partido por uno de los lados y poniéndose a sí mismo como aliado de uno, en contra del otro padre que quedará “excluido”. Muchas veces estos hijos o hijas, aparecen como amigos o “mini-parejas” de uno de sus padres.
d. Transformándose en el padre/madre de sus propios padres: esto es, siendo más maduro que ellos tanto para consolarlos, como para “ponerlos en su sitio” cuando se han sobrepasado.
Entre otros que podrían verse.
Todas estas formas de relación son nocivas para el desarrollo de los niños, pues les impiden vivir su vida y concentrarse en adquirir los logros de su propio desarrollo, al estar más centrados en lo que pasa con los adultos de su familia.
Por lo mismo, es que una separación sana, protege a los hijos de tener que inmiscuirse más de la cuenta en relaciones que deberían poder resolverse a nivel de los adultos de la familia.

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