Investigando en la literatura, sobre indicadores que caracterizan procesos de divorcio destructivo en terapia familiar, me encontré con una idea que es la misma que nos impulsó a crear Divorcio Sano: en muchos casos, la dinámica conflictiva y beligerante que llevó al quiebre de la pareja, se repite ahora como espejo entre los abogados que representan cada parte, lo que termina por agudizar la crisis.

Esto lleva a la familia y sus abogados a entrar en un proceso de rabia en escalada y descalificación, donde se ve al otro desde la lógica de la venganza o la búsqueda por obtener justicia a toda costa por el dolor causado, y que muchas veces ciega y entorpece la distinción de lo que es mejor y más sabio para mí y, en caso de que hayan, mis hijos. Muchas veces esto además, lleva a entrar en un círculo interminable de demandas y contrademandas que solo van haciendo sentir a todos los involucrados, cada vez más tristes, enojados y desconfiados. Los acerca a una vida que muchas veces se siente, en este sentido, infeliz.

Si bien no desconocemos que existen familias en las que la opción de judicializar y realizar acuerdos vía oficial es la única posible, creemos que los abogados y los otros profesionales que se involucran en estos procesos deben buscar apoyar el diálogo y la búsqueda de acuerdos, en vez de imponer voluntades individuales. Deben entender que las personas que les consultan, se encuentran sufriendo y necesitan de su asesoría profesional para tomar decisiones prácticas, pero cuyo impacto va mucho más allá de ello, pues repercute en la realidad de sus vidas, en sus experiencia y emociones, en cómo se entienden a si mismos y en cómo definen y llevan a cabo su proyecto de vida. Finalmente, los buenos abogados de familia, son personas que velan porque puedas construir una vida lo más feliz y leal posible con quién eres y deseas verdaderamente ser en este mundo. Son abogados conscientes, reflexivos y empáticos.  ¡Esto es lo que nos inspira en Divorcio Sano!