En cuanto a la salud mental, fin de año es una fecha que nos toca emocionalmente. No todo es felicidad y amor, sino que en muchas ocasiones hay nostalgia, tristeza y rabia. Y los conflictos pueden estar a la orden del día.
Estas fechas de supuesta conexión familiar y amor, hacen que aquellos que no lo están pasando bien se sientan, al compararse aún más solos y poco queridos.
Si lo estás pasando mal, por favor pide ayuda. No descartes pedir ayuda profesional. Si bien no necesariamente puedes estar teniendo síntomas de patología mental, si te estás enfrentando una separación (especialmente si es conflictiva) o tienes muchos problemas con la mamá/papá de tus hij@s puedes experimentar malestar de origen emocional.
Esto tiene que ver con una reacción normal, frente a una crisis sostenida. La energía para la batalla, se va acabando y surgen los síntomas no solo emocionales sino que también físicos: sentirse inestable (tristeza, rabia o miedo que no puedo controlar, siento que “exploto”), dificultades de concentración y de memoria, dificultades para dormir, cansancio, pérdida de apetito o aumento del apetito.
Hay un tremendo estigma frente a la salud mental. Detente por un momento a pensar ¿por qué se puede pedir a alguien que sufre que “ponga de su parte”?. Pero, ¿haríamos lo mismo con alguien que no ve? Suena ridículo, ¿no?. “No te voy a llevar al oculista, solo hace falta que pongas un poquito de tu parte”.
No te aísles, haz planes con gente que te pueda acompañar, aún sin estar obligado a estar “feliz”. Habla de lo que te pasa… no soluciona nada, pero te sentirás mejor. Está en nuestra naturaleza y en nuestra química. El contacto humano, y la empatía de los otros, secreta hormonas que son nuestros antidepresivos y ansiolíticos naturales.
Y OJO que con los niños y adolescentes no es diferente. Hay una enorme presión de los adultos para que los niños y adolescentes “no sufran”. Una presión que a veces sin querer se les transmite como una prohibición a mostrarse “mal” (tristes, enojado o asustados) y que ellos sienten y leen.
No como algo malo necesariamente, sino que porque ellos mismos detectan la fragilidad de los adultos y no quieren vernos mal. Son unos pequeños leales y amorosos, que nos quieren y necesitan ver bien. Recuerdo perfecto a uno de mis pacientitos diciéndome “no le vayas a decir nada de esto a mis papás o a preguntarles por su separación, porque se van a poner tristes”.
Con enorme preocupación y en la misma línea, vemos como hace poco en un estudio de salud mental infantil se observaba tristemente que Chile era uno de los lideres en trastornos en niños de menos de 6 años, del tipo “internalizante”. Y ¿qué es esto?, no es más que el reflejo de que los niños deben reprimir sus emociones y aparecen entonces como síntomas depresivos o de ansiedad.
Pero sufrir a veces es inevitable. Es parte de la vida. Es parte de crecer. Es parte de los cambios. Y significa que hay cariño y amor. Que lo que cambió o ya no está “me importaba”. Y que mas bien, estaría muy mal no sufrir por ello. Eso si sería “loco”.
Por lo mismo, acompañemos a nuestros niños en su pena, rabia y miedo. Hablemos de ello. Y entendamos que no viven “en el mundo de Bilz y Pap”, sino que en un mundo profundo y lleno de emociones profundas también.
Les dejamos este hermoso video del cuento “Vacío” de Ana Llenas, este nos ayuda a dar la bienvenida al dolor. Para verlo, haz click ACÁ.
Si quieres discutir sobre tu situación personal sobre este tema, te invitamos a agendar con nosotros una hora de asesoría integral aquí: QUIERO AGENDAR.